-y ¿Qué quieres que te explique?- musito el anciano que no desviaba su vista del peral.
-quiero que me expliques quien eres, y que haces aquí-
-¡vaya!, pensé que eras de esas mujercitas que no necesita explicaciones, de esas que se conforman con acciones y sus propias cavilaciones- el anciano sonrió- mira, si hasta me salio verso-
-no estoy para payasadas… y si… o sea… ¡ah!- Ágata se restregó la cabeza frenéticamente- me ha confundido entera- tomo un suspiro- a lo que voy es que el “Doctor” me dijo que usted no era quien aparentaba, y quiero saber que esconde…-
- la curiosidad mato al gato, ágata-
- pero el asombro lo revivió, señor-
-no te puedo dar las cosas tan fáciles, querida… así no funciona este mundo.
- y para que adaptarse a la rutina, ¡que aburrido!
- no me refiero al mundo de afuera… sino a este, cariño.- la miro directo a los ojos y recién ahí ágata se percato de que eran profundos y delicados, vidriosos y suspicaces como los de un gato en frente de una presa jugosa, entonces supo que en algo tenia razón el doctor, el anciano no era un simple ser inofensivo- además esta rutina me ha servido.
-¿servido para que?
- las respuestas te las iras ganando sola-
-es que…- replico con tono infantil.
- has visto lo lindo que es este peral- el viejo volvió la vista hacia arriba y ágata en un acto de inercia hizo lo mismo: vio ramas, pajaritos, nidos… sus gélidos adentros se enternecieron en ese instante, la curiosidad le asalto: quería saber que había mas arriba.
Casi adivinando las intenciones de la niña, el anciano agregó:
-ve ágata, aquí nadie viene, y te aseguro que cualquier castigo lo vale- ella lo miro con algo de recelo, para ver si veía algo de maldad en sus facciones, pero solo se encontró con una sonrisa afable y una mirada tranquila.
Sin pensarlo más comenzó a subir con esa agilidad que le otorgaba su menuda figura, el contacto con la madera la relajaba, y el olor que expelía ese árbol le hacia pensar en las cosas mas lindas que jamás conoció. Llego hasta la mitad y encontró una rama en la que podía sentarse. Se acomodo lo mejor que pudo y alzo su cabeza dejando que los rayos de sol que se colaban por entre las ramas le acariciaran cada espacio de su piel, cada fibra de su cabello -¡que bien se siente- pensó, pero entonces se recordó que no estaba sola. Miro hacia abajo y se dio cuenta que el anciano ya no estaba:
- vaya, que esperabas ¿Qué estuviera abajo listo para atajarte si caías?- suspiro- que va, puedo quedarme aquí un momento mas, en tranquilo y puedo reflexionar- cerro los ojos nuevamente y se quedo con el simple sonido del viento ultrajando las hojas que caían muertas. Sin quererlo comenzó a tararear la melodía que estaba escuchando el anciano cuando lo vio por vez primera… estaba en esa absoluta tranquilidad cuando algo la incomodo, algo le obligo a abrir los ojos, lo primero que vio fueron hojas y nada mas que hojas, pero tenia esa incomoda sensación de que observaban. Entonces cayó en la cuenta de que estaba sobre el peral que se veía desde la ventana de su habitación. Miro hacia atrás lentamente, y se encontró de lleno con esos ojos verdes, profundos, sin vida. Un escalofrío invadió su cuerpo:
-¿qué haces sobre mi peral?- pregunto su interlocutora con ese tono lánguido y agudo que la caracterizaba.
-pues… no sabía que era tu peral…- contesto ágata con su mejor voz y haciéndose un poco hacia atrás, ya que estaba a unos 2 metros de la niña, y de ahí sentía ese frío que ella expelía-
- has hecho mal, ágata… muy mal- y en un acto brusco la niña hizo como que se lanzaba sobre ágata, quien para esquivarla se hecho hacia atrás con la misma brusquedad que su acompañante, apoyando mal el pie, perdiendo el equilibrio y cayendo desde lo alto del árbol.
La niña que nunca había saltado de la ventana se la quedo mirando desde arriba, riendo amargamente:
-¡eres una tonta!- fue lo ultimo que ágata le escucho, después todo era borroso y pasaba como en cámara lenta.